Foto tomada, en Cuba, Plaza de la Revolución, La Habana, el 1 de mayo de 2018 |
Tomado de Rebelion.org
Por Miguel
Cruz Santos.
CELEBRANDO
LA REVOLUCIÓN MUNDIAL.
Hace poco
más de 50 años, el 16 de abril de 1961, en la masiva despedida de duelo de los
jóvenes mártires víctimas de los bombardeos realizados por aviones de la CIA de
los Estados Unidos, Fidel Castro, Primer Ministro del gobierno revolucionario,
proclamaba el carácter socialista de la Revolución Cubana. En aquella inmortal
alocución, ante miles de milicianos, fusiles en alto, el comandante en jefe de
la revolución presagió lo que le deparaba a Cuba en las próximas horas:
“Compañeros obreros y campesinos, ésta es la Revolución socialista y
democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución
de los humildes, por los humildes y para los humildes estamos dispuestos a dar
la vida…
Aquí, junto a los restos de los jóvenes heroicos, hijos de obreros e
hijos de humildes, reafirmaremos nuestra decisión de que igual que ellos dieron
su pecho a las balas, al igual que ellos dieron su vida, vengan cuando vengan,
todos nosotros, orgullosos de nuestra revolución, orgullosos de defender esta
Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, no
vacilaremos, frente a quienes sean, en defenderla hasta nuestra última gota de
sangre”.
Mientras
el pueblo obrero en uniforme de miliciano se movilizaba en toda la isla para
defender su poder proletario y su revolución socialista, a Cuba se aproximaban
las fuerzas invasoras que pocas horas después, en la madrugada del 17 de abril,
con 1,500 mercenarios de la Brigada 2506, fuertemente escoltados por la fuerza
aérea y la marina de guerra yanqui, desembarcarían en la Bahía de Cochinos, en
el sur de la provincia de Matanzas. Contra los invasores, una vez pusieron un
pie en suelo cubano, se batirían las fuerzas que, dirigidas directamente por el
Comandante en Jefe Fidel Castro, no darían ni un minuto de tregua al enemigo.
Según
dijera el Comandante Raúl Castro: “No vino al mundo nuestro socialismo en pañales
de seda, sino en el rudo algodón de los uniformes de las milicias obreras, de
los combatientes del Ejército Rebelde y la Policía Nacional Revolucionaria. No
hubo agua bendita en su primer bautismo de fuego en medio del combate contra
los enemigos de la nación, sino sangre de patriotas, una vez más derramada en
esta Isla por sus bravos hijos, en su prolongada lucha por la libertad, en su
largo camino por la independencia”.
Sesenta y
seis horas después de la invasión, caían en Playa Girón los últimos reductos de
los invasores derrotados por el empuje de quienes combatían y morían por el
socialismo, junto a su pueblo, desde los primeros minutos del desafío.
Dos años
antes de la victoria militar en Playa Girón, había triunfado la revolución
cubana —1 de enero de 1959— derrocando a la sanguinaria tiranía pro
imperialista de Fulgencio Batista. Desde entonces, evolucionó y revolucionó
continuamente, enfrentando siempre al enemigo de clase: la burguesía
parasitaria y el imperialismo con sus corporaciones, desde su carácter
democrático popular y antiimperialista, hasta su culminación como revolución
socialista.
Desde ese
primero de enero de 1959 se ponían en práctica las sabias palabras de quien
fundara en 1925 el primer Partido Comunista de Cuba, Julio Antonio Mella: «La
causa del proletariado es la causa nacional. Él es la única fuerza capaz de
luchar con probabilidades de triunfo por los ideales de libertad en la época
actual. Cuando él se levanta airado como nuevo Espartaco en los campos y en las
ciudades, él se levanta a luchar por los ideales todos del pueblo. Él quiere
destruir al capital extranjero que es el enemigo de la nación. Él anhela
establecer un régimen de hombres del pueblo, servido por un ejército del
pueblo, porque comprende que es la única garantía de la justicia social… Sabe
que la riqueza en manos de unos cuantos es causa de abusos y miserias, por eso
la pretende socializar…»
Según se
profundizaba la revolución con rumbo socialista, y se distanciaban de ella
—hasta la ruptura, el sabotaje y la guerra civil— quienes sólo se habían sumado
a la lucha para derrocar a Batista pero se resistían a toda transformación de
la sociedad, se aclaraba lo que Julio Antonio Mella adelantaba ya en los años
veinte: «El nacionalismo burgués primero desea una nación para vivir su casta
parasitariamente del resto de la sociedad y de los mendrugos del capital sajón;
el revolucionario desea una nación libre para acabar con los parásitos del
interior y los invasores imperialistas, reconociendo que el principal ciudadano
en toda la sociedad es aquel que contribuye a elevar con su trabajo diario, sin
explotar a sus semejantes».
La
revolución cubana presenta una lección clave y siempre vigente para todos los
pueblos de América Latina, inclusive el nuestro: todas las aspiraciones a la
liberación nacional frente al imperialismo sólo pueden ser realizadas mediante
una política resueltamente socialista, con la clase obrera en el poder, que
plantee el derrocamiento de la burguesía nacional, y la expropiación de sus
capitales y de los monopolios imperialistas como tarea prioritaria. El ejemplo
de Cuba Socialista es más que elocuente y significativo: sólo se alcanzó la
plena soberanía nacional —para las masas trabajadoras antes desposeídas y no
para las clases explotado ras— cuando la revolución expropió a la burguesía
nacional, a los terratenientes y a los monopolios yanquis, rompiendo así, definitivamente,
con el capitalismo.
Ha sido
una gran hazaña resistir a sangre y fuego contra un enemigo implacable. Durante
más de medio siglo el pueblo cubano ha estado sometido a un bloqueo económico
sin precedentes en la historia de la humanidad. Aun con el bloqueo y las
agresiones imperialistas de todo tipo a lo largo de estos 53 años, los avances
de Cuba con su clase obrera en el poder —en los renglones de salud y educación,
e incomparablemente superiores al resto de América Latina— son admirados por el
mundo entero. Por ello la esperanza de vida aumentó en pocos años a niveles que
sólo disfrutaban los países capitalistas desarrollados. Por ello, a
contracorriente del mundo capitalista, desde muy temprano se alcanzó en Cuba la
educación gratuita, y a todos los niveles, para todas y todos. En fin, por ello
el enorme desarrollo social, impensable bajo el capitalismo, logrado por el
pueblo cubano en estos últimos cinco decenios.
Indudablemente,
con todos los obstáculos y reveses, el impulso que ha dado la economía
socialista planificada a la sociedad cubana demuestra el enorme potencial de
desarrollo económico y social que le depara a la humanidad, luego de deshacerse
del capitalismo parasitario.
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