Tomado de Progreso Semanal.
Por Saul Landau y Nelson P Valdés
En su esfuerzo de 54 años por derrocar al
gobierno revolucionario de Cuba y restaurar la obediencia en nuestro vecino
caribeño, funcionarios de EE.UU. han compilado un espectacular record de
fracasos, solo eclipsado por la determinación de persistir en su búsqueda de
políticas desatinadas, dañando así los intereses de EE.UU.
En la década de 1990, Washington comenzó a
definir al terrorismo como el nuevo peligro en el horizonte de la seguridad. Al
presidente Clinton le pareció razonable llegar a acuerdos informales con otros
países, Cuba incluida, tratando de lograr objetivos antiterroristas.
Es más, las agencias cubanas de inteligencia
suministraron datos antiterroristas al FBI, porque suponían que el Buró
compartía el mismo temor que sus homólogos norteamericanos acerca de la muerte
y el caos que resultaría si se les permitiera a los terroristas perseguir sus
objetivos. Pero en septiembre de 1998, el jefe del Buró en Miami perpetró un
acto de seguridad ilógica: ordenó a sus agentes del FBI que arrestaran a cinco
agentes cubanos de inteligencia que habían suministrado al Buró importantes
datos acerca de terroristas que operan en la Florida.
La Habana había enviado a esos hombres al sur de
la Florida para penetrar y detener a violentos grupos cubanos del exilio cuyos
miembros habían colocado bombas en hoteles turísticos de Cuba y en clubes, y
matado a un turista y herido a decenas de otros. Las autoridades de EE.UU.
conocían de las actividades que los agentes cubanos realizaron durante seis
años y no actuaron contra ellos porque el gobierno de EE.UU. no consideraba a
esos agentes como una amenaza a la seguridad de EE.UU. No buscaban documentos
clasificados o estratégicos de Estados Unidos, sino que se dedicaban a espiar a
terroristas derechistas cubanos en suelo norteamericano. Es más, los agentes
cubanos pusieron al FBI en la pista de armas ocultas en Miami y de un barco
lleno de explosivos atracado en el río Miami.
En junio de 1998, cuando las relaciones entre
Cuba y Estados Unidos habían comenzado a mejorar, La Habana compartió con el
Departamento de Justicia aún más información obtenida por sus agentes. Pero
Clinton también se enfrentaba a investigaciones congresionales relacionadas con
su comportamiento con Monica Lewinski. Esto ayudó a la confusión dentro del
Departamento de Justicia. Durante julio y agosto de 1998, cubanoamericanos
derechistas miembros del Congreso comenzaron a presionar a Washington para que
detuviera a los conocidos agentes cubanos. Los exiliados extremistas temían que
la cooperación antiterrorista entre los dos países pudiera provocar el arresto
de los terroristas del exilio, también de sus amigos y colegas, e incluso
contribuir a la normalización de relaciones. Pero la Fiscal General Janet Reno
tenía planes de postularse para un alto cargo en la Florida, así que permitió
que tuviera lugar el cambio de política.
Los exiliados derechistas ejercieron la
suficiente influencia para que Héctor Pesquera fuera nombrado como el nuevo
jefe del Buró en el sur de la Florida. Pesquera, un puertorriqueño de derecha
con mediocre desempeño en el FBI, pero vinculado estrechamente a los exiliados
cubanos violentos, destruyó el esfuerzo cooperativo entre los dos países. A la
semana de ser nombrado, ordenó la detención de los informantes cubanos –cinco
de los agentes cubanos se negaron a huir a Cuba o acordar un trato con la
fiscalía. Así que el FBI permitió que los exiliados terroristas con sede en
Miami continuaran conspirando para la violencia contra la isla. Los poderosos
miembros de la colonia cubana en Miami usaron el poder de la policía federal de
EE.UU. para enjuiciar a los agentes antiterroristas cubanos (perseguir a Cuba)
y con ello torpedear un posible acercamiento entre los vecinos; y también
destruir las operaciones antiterroristas conjuntas. Al manipular a las
instituciones gubernamentales norteamericanas, la elite del enclave cubano
sustituyó las necesidades mayores del pueblo norteamericano reemplazando el
antiterrorismo con sus propios mezquinos intereses.
El Departamento de Justicia acusó a dos de los
Cinco agentes cubanos de asesinato, o conspiración para derribar dos aviones de
los exiliados cubanos (ambos pilotos y copilotos murieron) que penetraron el
espacio aéreo cubano en febrero de 1996. En aquel momento, los pilotos de los tres
aviones de los exiliados anunciaron públicamente su intención de penetrar el
espacio aéreo cubano, dando a conocer la fecha y hora de sus vuelos.
Sin embargo, los agentes cubanos fueron acusados
de conspiración para espiar, a pesar del hecho de que el gobierno de EE.UU.
formalmente y por consentimiento ¡recibió los resultados de su trabajo de
espionaje al terrorismo en el sur de la Florida! El general James Clapper, por
entonces director de la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial, y ahora
director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, testimonió en el juicio de
que no conocía ninguna evidencia para llegar a la conclusión de que los agentes
cubanos buscaran documentos o planes clasificados o estratégicos de EE.UU.
Ellos no conspiraron para cometer espionaje. Los medios masivos de EE.UU.
continúan refiriéndose incorrectamente a ellos como “espías convictos”.
Los Cinco de Cuba (cuatro ahora, desde que René
González fue liberado bajo palabra, pero debe permanecer en Estados Unidos
hasta el final de su período probatorio), encarcelados en diferentes prisiones
de EE.UU. durante casi 15 años, se convirtieron en víctimas de la venganza,
inspirada por los exiliados cubanos de derecha con sede en Miami, combinado con
un poco de mezquindad y crueldad, la cual continúa después de que los cubanos
sobrevivieran a largos meses de confinamiento en solitario. El Departamento de
Justicia ha negado de forma sistemática a estos hombres los privilegios básicos
que disfrutan otros reclusos.
El más reciente ejemplo de crueldad ocurrió el 17
de abril, cuando el activista-actor Danny Glover viajó desde su casa en San
Francisco por avión y luego alquiló un auto hasta Victorville, California,
donde Gerardo Hernández sobrevive en la Prisión Federal de Máxima Seguridad.
Después de haber visitado a Gerardo nueve veces, Danny supuso que pasaría por
los controles acostumbrados –llenar un formulario, pasar por una máquina de
rayos X, ser registrado, y luego escoltado hasta la Sala de Visita. Pero el
guarda en la recepción de la prisión dijo que la visita de Danny no
estaba autorizada (después de nueve visitas previas) y que no podía ver a
Gerardo. Un supervisor confirmó lo dicho por el guarda. Mezquindad y malicia.
Por más de 14 años, el gobierno de EE.UU. también
ha rehusado conceder una visa a la esposa de Gerardo (“una amenaza a la
seguridad de EE.UU.”) Durante ese tiempo ella no ha podido visitarle, No es tan
solo el cabildo anti-Castro que promueve esta mezquina y vengativa política.
Obama y el Fiscal General Eric Holder dirigen las prisiones federales.
¿Qué le sucede al sentido básico de humanidad de
los que toman tales decisiones? Imagínense si Cuba respondiera con igual
crueldad a Alan Gross, el hombre condenado en Cuba por realizar la subversión
de EE.UU. por encargo de USAID. Los funcionarios norteamericanos, así como los
medios, pondrían el grito en el cielo. Pero Cuba no respondió con actos
inhumanos. Gross, confinado en una celda de un hospital militar cubano, recibe
adecuada atención médica y frecuentes visitas. Tiene acceso al teléfono y se
comunica con su familia, que también lo visita. Gross promovió una política de
“cambio de régimen” en Cuba, mientras que los descubrimientos de Gerardo
promovían la seguridad de EE.UU.
Washington ha impuesto 52 años de relaciones rotas
con Cuba, combinados con un duro embargo que castiga al pueblo cubano. Es más,
presidentes norteamericanos han tratado de derrocar al gobierno de Cuba de
todas las maneras, menos la invasión militar directa. Políticas inútiles,
estúpidas, mezquinas y crueles no funcionan en nuestro interés nacional.
Los filmes de Saul Landau Fidel
y Por favor, que el verdadero terrorista se
ponga de pie están disponibles en DVD por medio de
cinemlibrestore.com. Nelson Valdés es Profesor Emérito en la Universidad de
Nuevo México.
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