Por Miguel Ángel Ferrer
Es cosa pública y bien 
sabida que el gobierno de EE.UU. (y los gobiernos de varios países 
europeos, señaladamente el de España) destina abundantes recursos 
económicos a la creación y fomento de grupos opositores al régimen 
cubano. Son del dominio público desde muchos años atrás estas 
asignaciones monetarias que se realizan por medio de la Oficina de 
Intereses de EE.UU. en La Habana. 
Y es también del dominio público 
que el propio presupuesto del gobierno estadounidense establece una 
asignación de 20 millones de dólares anuales para sostener 
económicamente la vida, bastante artificial, de esos grupos opositores. 
Pero
 no son igualmente públicas ni tan conocidas las formas que asume la 
distribución ya en suelo cubano de aquellas significativas asignaciones 
monetarias. Hasta que, como ha ocurrido ahora, se destapa un pequeño 
escándalo de corrupción en el minúsculo y tristemente célebre grupo 
denominado Damas de Blanco. 
De acuerdo con información de la corresponsal en La Habana del diario Russia Today,
 María Stárostina, cuatro mujeres aún pertenecientes a ese grupo, y tres
 señoras más que han dejado de participar en él, denuncian el reparto 
desigual de las sumas recibidas desde el extranjero por las Damas de 
Blanco. 
Más al denunciar a sus compañeras o excompañeras, se 
desnudan a sí mismas. Las siete mujeres se quejan de que la nueva 
dirigente, Bertha Soler, redujo la asignación pagada a cada dama por 
cada una de las marchas dominicales de protesta. Antes, cuando la 
dirigente mayor era Laura Pollán, ya fallecida, la asignación por marcha
 era de 30 dólares, en tanto que ahora es de sólo 15 dólares. 
Este
 tipo de prácticas mercenarias en México se llaman acarreo, y a los 
marchantes o protestantes se les denomina acarreados. Acá se les entrega
 una torta, un refresco, algunas monedas y promesas, a veces cumplidas, 
de dotar al marchante, mayoría de mujeres entre ellos, de un terreno o 
de una vivienda, conseguidos precisamente para esos efectos por el líder
 o capo de la agrupación política convocante de la marcha. 
No 
todas las marchas, protestas o manifestaciones, desde luego, siguen este
 patrón de conducta. Suman en México millones de personas, en general 
trabajadores, que participan en esos actos cívicos y políticos por 
convicción. Es el caso, verbigracia, de los millones de simpatizantes y 
seguidores de Andrés Manuel López Obrador. O es el caso igualmente de 
los estudiantes universitarios que tradicionalmente encabezan o secundan
 diversas expresiones de la lucha social. Y es el mismo caso de los 
maestros y de otros gremios democráticos que combaten el corporativismo 
sindical llamado en México charrismo. 
Curiosa y coincidentemente,
 las denuncias de corrupción y abuso de las siete señoras cubanas se da 
en los momentos (23 de abril de 2013) en que el Parlamento Europeo, 
crema y nata del imperialismo del Viejo Mundo, ha entregado a las Damas 
de Blanco el premio Sájarov (hágame usted el favor) a la “libertad de 
conciencia”: protestantes a sueldo del extranjero premiadas por una 
libertad de conciencia, como se ve inexistente o, al menos, en venta o 
en alquiler. 
El pleito interno de dichas Damas se hace visible 
porque, otra vez curiosamente, el citado premio consiste en la entrega 
de 50.000 euros, aproximadamente unos 60.000 dólares. Y 60.000 dólares, 
con los que se queda doña Bertha Soler, es mucho dinero comparado con 
los 15 dólares que la jefa entrega a cada participante por marcha 
dominical. 
Lo importante no es, desde luego, el pleito de comadres 
por dinero. Lo central es que la opinión pública cubana y de otros 
países sabe, por informaciones periodísticas y por confesión de algunas 
de las propias Damas de Blanco, que éstas fueron, son y siguen siendo un
 grupo mercenario. 

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