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| Foto: Roberto Chile | 
Queridos compañeros:
Desde el año 2006, por cuestiones de salud incompatibles con el 
tiempo y el esfuerzo necesario para cumplir un deber —que me impuse a mí
 mismo cuando ingresé en esta Universidad el 4 de septiembre de 1945, 
hace 70 años—, renuncié a mis cargos.
No era hijo de obrero, ni carente de recursos materiales y sociales 
para una existencia relativamente cómoda; puedo decir que escapé 
milagrosamente de la riqueza. Muchos años después, el norteamericano más
 rico y sin duda muy capaz, con casi 100 mil millones de dólares, 
declaró ―según publicó una agencia de noticias el pasado jueves 22 de 
enero—, que el sistema de producción y distribución privilegiada de las 
riquezas convertiría de generación en generación a los pobres en ricos.
Desde los tiempos de la antigua Grecia, durante casi 3 mil años, los 
griegos, sin ir más lejos, fueron brillantes en casi todas las 
actividades: física, matemática, filosofía, arquitectura, arte, ciencia,
 política, astronomía y otras ramas del conocimiento humano. Grecia, sin
 embargo, era un territorio de esclavos que realizaban los más duros 
trabajos en campos y ciudades, mientras una oligarquía se dedicaba a 
escribir y filosofar. La primera utopía fue escrita precisamente por 
ellos.
Observen bien las realidades de este conocido, globalizado y muy mal 
repartido planeta Tierra, donde se conoce cada recurso vital depositado 
en virtud de factores históricos: algunos con mucho menos de los que 
necesitan; otros, con tantos que no hallan qué hacer con ellos. En medio
 ahora de grandes amenazas y peligros de guerras reina el caos en la 
distribución de los recursos financieros y en el reparto de la 
producción social. La población del mundo ha crecido, entre los años 
1800 y 2015, de mil millones a siete mil millones de habitantes. ¿Podrán
 resolverse de esta forma el incremento de la población en los próximos 
100 años y las necesidades de alimento, salud, agua y vivienda que 
tendrá la población mundial cualquiera que fuesen los avances de la 
ciencia?
Bien, pero dejando a un lado estos enigmáticos problemas, admira 
pensar que la Universidad de La Habana, en los días en que yo ingresé a 
esta querida y prestigiosa institución, hace casi tres cuartos de siglo,
 era la única que había en Cuba.
Por cierto, compañeros estudiantes y profesores, debemos recordar que
 no se trata de una, sino que contamos hoy con más de cincuenta centros 
de Educación Superior repartidos en todo el país.
Cuando me invitaron ustedes a participar en el lanzamiento de la 
jornada por el 70 aniversario de mi ingreso a la Universidad, lo que 
supe sorpresivamente, y en días muy atareados por diversos temas en los 
que tal vez pueda ser todavía relativamente útil, decidí descansar 
dedicándole algunas horas al recuerdo de aquellos años.
Me abruma descubrir que han pasado 70 años. En realidad, compañeros y
 compañeras, si matriculara de nuevo a esa edad como algunos me 
preguntan, le respondería sin vacilar que sería en una carrera 
científica. Al graduarme, diría como Guayasamín: déjenme una lucecita 
encendida.
En aquellos años, influido ya por Marx, logré comprender más y mejor 
el extraño y complejo mundo en que a todos nos ha correspondido vivir. 
Pude prescindir de las ilusiones burguesas, cuyos tentáculos lograron 
enredar a muchos estudiantes cuando menos experiencia y más ardor 
poseían. El tema sería largo e interminable.
Otro genio de la acción revolucionaria, fundador del Partido 
Comunista, fue Lenin. Por eso no vacilé un segundo cuando en el juicio 
del Moncada, donde me permitieron asistir, aunque una sola vez, declaré 
ante jueces y decenas de altos oficiales batistianos que éramos lectores
 de Lenin.
De Mao Zedong no hablamos porque todavía no había concluido la 
Revolución Socialista en China, inspirada en idénticos propósitos.
Advierto, sin embargo, que las ideas revolucionarias han de estar 
siempre en guardia a medida que la humanidad multiplique sus 
conocimientos.
La naturaleza nos enseña que pueden haber transcurrido decenas de 
miles de millones de años luz y la vida en cualquiera de sus 
manifestaciones está siempre sujeta a las más increíbles combinaciones 
de materia y radiaciones.
El saludo personal de los Presidentes de Cuba y Estados Unidos se 
produjo en el funeral de Nelson Mandela, insigne y ejemplar combatiente 
contra el Apartheid, quien tenía amistad con Obama.
Baste señalar que ya en esa fecha, habían transcurrido varios años 
desde que las tropas cubanas derrotaran de forma aplastante al ejército 
racista de Sudáfrica, dirigido por una burguesía rica y con enormes 
recursos económicos. Es la historia de una contienda que está por 
escribirse. Sudáfrica, el gobierno con más recursos financieros de ese 
continente, poseía armas nucleares suministradas por el Estado racista 
de Israel, en virtud de un acuerdo entre este y el presidente Ronald 
Reagan, quien lo autorizó a entregar los dispositivos para el uso de 
tales armas con las cuales golpear a las fuerzas cubanas y angolanas que
 defendían a la República Popular de Angola contra la ocupación de ese 
país por los racistas. De ese modo se excluía toda negociación de paz 
mientras Angola era atacada por las fuerzas del Apartheid con el 
ejército más entrenado y equipado del continente africano.
En tal situación no había posibilidad alguna de una solución 
pacífica. Los incesantes esfuerzos por liquidar a la República Popular 
de Angola para desangrarla sistemáticamente con el poder de aquel bien 
entrenado y equipado ejército, fue lo que determinó la decisión cubana 
de asestar un golpe contundente contra los racistas en Cuito Cuanavale, 
antigua base de la OTAN, que Sudáfrica trataba de ocupar a toda costa.
Aquel prepotente país fue obligado a negociar un acuerdo de paz que 
puso fin a la ocupación militar de Angola y el fin del Apartheid en 
África.
El continente africano quedó libre de armas nucleares. Cuba tuvo que enfrentar, por segunda vez, el riesgo de un ataque nuclear.
Las tropas internacionalistas cubanas se retiraron con honor de 
África. Sobrevino entonces el Periodo Especial en tiempo de paz, que ha 
durado ya más de 20 años sin levantar bandera blanca, algo que no 
hicimos ni haremos jamás.
Muchos amigos de Cuba conocen la ejemplar conducta de nuestro pueblo,
 y a ellos les explico mi posición esencial en breves palabras.
No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una 
palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a
 una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra. Defender 
la paz es un deber de todos. Cualquier solución pacífica y negociada a 
los problemas entre Estados Unidos y los pueblos o cualquier pueblo de 
América Latina, que no implique la fuerza o el empleo de la fuerza, 
deberá ser tratada de acuerdo a los principios y normas internacionales.
 Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos 
del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo que
 estamos reclamando para todos.
El Presidente de Cuba ha dado los pasos pertinentes de acuerdo a sus 
prerrogativas y las facultades que le conceden la Asamblea Nacional y el
 Partido Comunista de Cuba.
Los graves peligros que amenazan hoy a la humanidad tendrían que 
ceder paso a normas que fuesen compatibles con la dignidad humana. De 
tales derechos no está excluido ningún país.
Con este espíritu he luchado y continuaré luchando hasta el último aliento.
Fidel Castro Ruz
Enero 26 de 2015
12 y 35 p.m.
Enero 26 de 2015
12 y 35 p.m.

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