Por Elsa Claro.
Dicen que la terquedad es corrosiva e
 inútil si carece de un adecuado rumbo. Y como el acimut de la Casa 
Blanca, parece mal orientado, le puede salir el tiro por ya se sabe 
dónde.
Hablando de balas y sus portadores, la i-lógica occidental al uso, 
coloca en inmerecida inmediatez un plan de enviar armamento pesado para 
entre 3 y 5 mil efectivos que piensan establecer en unos 6 países 
miembros del Pacto de Varsovia en otros tiempos.
De tal modo, Polonia –no faltaba más-, Bulgaria -¿quién lo diría?- 
Rumanía, Lituania, Letonia y Estonia, estarán en el ojo de cualquier 
tormenta, aunque no la provoquen. Del proyecto hizo referencia The New 
York Times, en cuyas páginas se emitieron criterios de altos militares 
estadounidenses quienes, con pragmatismo excesivo, aseguraron que tener 
en suelo este-europeo tanques y otros dispositivos bélicos, puede que 
bombarderos de última generación también, es más barato que moverlos 
cada vez que exista una muy requeté-hipotética amenaza rusa.
La tesis es bastante macarrónica pero plantea que el país al cual 
están cercando desde hace varios años, es “culpable” de que el Pentágono
 continúe la expansión de sus arsenales, muy bien asistido por antiguos 
socios (Gran Bretaña) o nuevos amigos (los ex). Y para amedrentar a 
Moscú, se rompen de modo unilateral diferentes tratos, como el ocurrido 
con una parte del acta Rusia-OTAN, (1997) con el convenio de no emplazar
 tropas ni recursos de combate de forma permanente en las fronteras de 
los dos lados.
Y entonces se quejan de que el Kremlin disponga defenderse. “Si 
equipo militar pesado norteamericano aparece en los países de Europa del
 Este y los Bálticos, ése será el paso más agresivo dado por el 
Pentágono y la OTAN desde la Guerra Fría”, dijo el general Yuri Yakúbov,
 añadiendo que “A Rusia no le quedará más opción que incrementar sus 
fuerzas y recursos en el frente estratégico occidental”. Con cauto 
optimismo, la cancillería rusa, a su vez, dio a conocer la esperanza de 
que “la razón prevalecerá y la situación en Europa no degenere en un 
nuevo enfrentamiento militar” de arriesgados resultados.
Ocurre, además, que “El abandono del acuerdo de defensa antimisiles 
empuja a una nueva carrera armamentista”, según sentenció recién 
Vladímir Putin, anotando que se arriesga de modo inútil la seguridad 
mundial, cuando en lugar de confrontaciones es posible fomentar vínculos
 constructivos. Pero las estrategias y aspiraciones geopolíticas de 
Washington, van hacia otro rumbo. Los castigos económicos que acaban de 
ratificar los del pacto comunitario, así lo proyectan, pese a su 
nulidad.
Justo en referencia a las manifiestas hostilidades económicas o 
militares procedentes de EE.UU., acaba de decir Vladimir Putin que “El 
problema consiste en que a nosotros siempre nos intentan imponer sus 
criterios y sus decisiones sin tener en cuenta la visión que tenemos de 
nuestros propios intereses” (…) “Permítanos determinar nuestros 
intereses y necesidades, basándonos en nuestra propia historia, en 
nuestra cultura”, enfatizó el jefe de estado en San Petersburgo.
Aludió Putin a que esos castigos han dañado a Rusia, desde luego, 
pero no la abatieron. Lo indica que el país no dejó de crecer, menos que
 en años anteriores o a lo planeado, es cierto, pero el reporte de que 
aumentaron las exportaciones en 7 millones de dólares, que el sistema 
bancario financiero se mantenga estable y el desempleo no haya crecido, 
son síntomas de que se está remontando el impasse.
En similar sentido se expresó el ministro de Finanzas, Anton 
Siluanov, cuando dio certidumbre de que la etapa de mayor complejidad se
 acerca a su término con este primer semestre, pues hacia fines de año e
 inicios del 2016, será patente el crecimiento estable de nuevo. Los 
indicadores de inflación, la demanda interna en el consumo y la 
recuperación monetaria así lo sugieren.
En declaraciones realizadas en Kazajistán semanas atrás, el premier 
Dimitri Medvedev, corroboraba otro tanto: “En términos económicos, todas
 las sanciones que se nos han impuesto nos han inspirado para cooperar 
de manera más activa con los países asiáticos”. Esa orientación 
comercial rusa hacia mercados del área Asia-Pacífico y la 
intensificación de los vínculos con los BRICS, le aporta garantías a 
Moscú.
“Ahí está el 60 % del Producto Interior Bruto mundial”, recordó 
Medvedev en otro momento, recalcando algo repetido por Putin este 
viernes 19, en el Foro económico internacional de San Petersburgo, 
cuando hizo referencia, además, a la Unión Económica Euroasiática y es 
que, con todo, Rusia abre sus puertas, pero no las cierra ni al viejo, 
ni al nuevo mundo.
Entre los casos de esa voluntad, está la ampliación del gasoducto 
Nord Stream (para el gas ruso destinado a Alemania a través del mar 
Báltico) extensión que atrae a empresas occidentales del ramo, según 
comunicado emitido en la antigua ciudad bañada por el río Neva, donde 
ante un amplio auditorio de académicos, empresarios y dirigentes 
políticos, Putin se mostró confiado en la reorientación de la economía, 
la buscada suficiencia en renglones donde se dependía de la importación y
 otros objetivos.
Para alcanzarlos se ofrecen estímulos a los agentes económicos 
nativos, se comienza a trabajar en el perfeccionamiento de la eficacia 
en esferas productivas y tecnológicas, sin maltrato al ecosistema.
Tienen apariencia de buen signo estos planes. Es una verdadera pena 
que se desvíen recursos y esfuerzo hacia inquietudes innecesarias como 
las que tendrán que definir los miembros de la OTAN este mismo junio, en
 una cercana reunión. Otra, entre tantas dedicadas a Grecia y a la 
insolidaridad de la UE con Atenas.
Y resulta muy posible que cuanto puede y debería ahorrarse, también sea dilapidado, infructuosamente.

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