| Fidel en su visita a Caracas el 23 de enero de 1959. | 
Por Frank Agüero Gómez
“Por instinto de conservación, por instinto de perpetuación de 
nuestra raza, de nuestros intereses, sencillamente, tenemos que unirnos y
 empezar predicando la idea. Y con la palabra la acción, y, si es 
posible, más hechos que palabras”.
La frase pudiera ser tomada de uno de los documentos que justifican la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),
 que dentro de unos días celebrará en La Habana su segunda cumbre, sin 
la presencia de Estados Unidos y Canadá, luego de doscientos años de 
parto desde Bolívar hasta Chávez.
Pues no, la idea fue expresada por el Jefe de la Revolución cubana hace 55 años, precisamente en Caracas, adonde acudió en su primera visita al exterior, el 23 de enero
 de 1959, tras  haber encabezado exitosamente la lucha insurreccional 
que derrocó a la tiranía  de Fulgencio Batista el primero de enero de 
ese año.
¿Por qué fue Fidel a Venezuela, solo 15 días después
 de entrar con sus guerrilleros a La Habana, oliendo aún a pólvora y 
monte de la campaña libertaria que tantas vidas y sacrificios  había 
costado? ¿Por qué, con tantas tareas pendientes para empezar a construir
 un país digno, independiente y próspero, donde imperase la justicia 
social prometida desde Martí y escamoteada por los politiqueros de turno
 con el contubernio de los amos del Norte?
A la patria de Bolívar fue el joven Comandante en Jefe de la patria 
de Martí en busca de la unidad y solidaridad de Nuestra América, 
anticipándose a lo que los enemigos de la Revolución ya pretendían: la 
desunión interna de Cuba, primero, y con sus hermanos 
del continente, después, para así frustrar una vez más los sueños de 
independencia que motivaron las luchas de varias generaciones de 
cubanos.
En el contexto de entonces, el viaje concretaba una estrategia 
revolucionaria de enfrentar las calumnias y mentiras contra los primeros
 pasos del proceso de justicia que asumía el país: los juicios 
debidamente instalados contra los criminales de guerra que tenían deudas
 de sangre con revolucionarios y familias humildes, muchos de cuyos 
hijos habían sido asesinados impunemente y desaparecidos sin causa 
previa.
Para dar esta pelea contra los monopolios extranjeros de la 
información y sus voceros cubanos, aún con los medios en poder de la 
burguesía nacional (antipatria en su mayoría), Fidel concibió emplear 
dos armas fundamentales: el empuje arrollador del apoyo del pueblo  y 
ganar la opinión pública internacional con la defensa de la verdad, sin 
temer a la perniciosa penetración de las cadenas de periódicos, agencias
 de prensa y televisoras, acostumbradas a desatar guerra de epítetos 
contra los procesos reivindicadores de soberanía y justicia social.
Correspondiendo a este plan ofensivo, convocó a una gigantesca 
concentración el día 21 de enero frente al Palacio Presidencial en La 
Habana, que reunió a más de un millón de compatriotas y en la que estos,
 en las voces de representantes de organizaciones sindicales, 
estudiantiles, de profesionales, dieron su apoyo a la continuación de 
los juicios contra esbirros y asesinos de la tiranía derrocada.
Ese propio día y el siguiente (22 de enero) se desarrolló la Operación Verdad
 como parte de la ofensiva estratégica, que movió hacia el país 
alrededor de 400 periodistas extranjeros, parte de los cuales provenían 
de 20 ciudades importantes de Estados Unidos, y de otras de Europa.
Esos comunicadores entraron en contacto directo con los juicios que 
se celebraban en La Cabaña y en otros lugares de la capital, además de 
recibir los testimonios directos de la población sobre la justicia de 
tales procesos.
Como aspecto central de la mentada Operación, el Comandante en Jefe 
ofreció una conferencia de prensa en el Hotel Riviera, en la cual 
respondió a todo tipo de preguntas con la premisa de que la prensa del 
continente debía estar en posesión de la verdad para no ser víctima de 
los monopolios y de las campañas organizadas desde las esferas de poder 
de Washington, en defensa de los criminales y delincuentes escapados y 
acogidos en territorio norteamericano.
LA SOLIDARIDAD DEL CONTINENTE
La otra pieza a mover era la comprensión de los pueblos hacia la 
Revolución triunfante en Cuba, de la cual había habido muestras 
fehacientes durante la guerra, con la llegada a la Sierra Maestra de 
armas, combatientes y apoyo en propaganda desde distintos países.
Venezuela se había destacado en la solidaridad con 
la mayor isla del Caribe, más aún luego del derrocamiento del régimen 
dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, como resultado de una rebelión 
cívico militar que tenía entre sus líderes al contralmirante Wolfang  
Larrazabal y al dirigente político Fabricio Ojeda.
El 23 de enero de 1959 se cumplía, precisamente, el primer año de 
aquel proceso que impactó favorablemente en otras naciones del 
continente y estimuló la lucha contra las satrapías existentes en varias
 naciones, Cuba entre estas.
Apoteósico recibimiento tuvo el Jefe de la Revolución desde su 
llegada al hermano país, cuya naturaleza andina evocaba en su mente la 
gloriosa epopeya por la emancipación  y la unidad del continente.
“…Este recibimiento que se le tributa no a un hombre, sino a un 
pueblo, no a un mérito, sino a una idea, este homenaje desinteresado a 
quienes no han hecho sino recibir favores de ustedes, este homenaje que 
se le rinde a una idea justa, a una causa justa, a un pueblo hermano, 
este homenaje es el favor más emotivo y el favor más grande que en 
ninguna circunstancia pueda haber recibido nuestro pueblo”, expresó 
Fidel, emocionado, en el acto de acogida que se le dio en la Plaza Aérea
 del Silencio, apenas llegado al país.
Allí explicó la estrategia de la Revolución, de enfrentar las 
calumnias de los enemigos con la verdad de los hechos que estaban 
ocurriendo en Cuba y afirmó que el respaldo masivo del pueblo era el 
“mentís más rotundo que se les podía dar a los calumniadores y a los 
eternos detractores de nuestros pueblos, a los que consideran pueblos 
mezquinos y pueblos indignos”.
En palabras que hoy pudiesen considerarse proféticas,
 Fidel señaló que a la patria de Bolívar le correspondía anticipar 
esfuerzos para lograr que algún día los sueños del Libertador se 
hiciesen realidad.
“Ojala que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino 
de todos los pueblos de América sean un solo destino, ¡porque basta ya 
de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que 
hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!”, expresó.
Convencido de que los esfuerzos por la justicia solo pueden conducir a
 los éxitos colectivos de pueblos hermanados por la historia si se 
concatenan y corresponden unos con otros, sentenció: 
“Si la unidad dentro de las naciones es fructífera y es la que 
permite a los pueblos defender su derecho, ¿por qué no ha de ser más 
fructífera todavía la unidad de naciones que tenemos los mismos 
sentimientos, los mismos intereses, la misma raza, el mismo idioma, la 
misma sensibilidad y la misma aspiración humana?
“Si queremos salvar la libertad de cada una de nuestras sociedades, 
que, al fin y al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la 
sociedad de Latinoamérica; si es que queremos salvar la revolución de 
Cuba, la revolución de Venezuela y la revolución de todos los países de 
nuestro continente, tenemos que acercarnos y tenemos que respaldarnos 
sólidamente, porque solos y divididos fracasamos.”
Rindiendo justo homenaje a Simón Bolívar, luchador por la unidad 
geográfica y política de nuestros pueblos por encima  de obstáculos 
naturales y de las mezquinas y estrechas ambiciones personales, Fidel 
anticipó el papel que correspondería a la patria del Libertador en 
lograr la unidad de nuestros pueblos. “¿Y quiénes deben ser los 
propugnadores de esa idea? Los venezolanos, porque los venezolanos la 
lanzaron al continente americano, porque Bolívar es hijo de Venezuela y 
Bolívar es el padre de la idea de la unión de los pueblos de América”, 
añadió.
Cuba, como expresó en aquella ocasión Fidel, trabajó desde entonces 
para lograr la concreción de la unidad de pensamiento y acción de los 
pueblos de nuestro continente, con respeto a las características y 
decisiones de cada país, hermanados en las aspiraciones de 
independencia, justicia social y desarrollo.
Y cumplió y seguirá cumpliendo con la palabra empeñada aquel 23 de 
enero, ahora con el concurso renovador de la Venezuela chavista y de los
 procesos que aportan cada una de las naciones incorporadas a las 
transformaciones progresistas de nuestro continente.
“Solo prometo a este pueblo bueno y generoso, al que no le he dado 
nada y del que los cubanos lo hemos recibido todo, hacer por otros 
pueblos lo que ustedes han hecho por nosotros”. 
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