Por: J. M. del Río*
El anexionismo, corriente de pensamiento que  abogaba por la anexión de Cuba a Estados Unidos,  fue un movimiento político que se inicio en Cuba en el primer cuarto del siglo XIX.  En los primeros
 años de ese siglo fueron adquiriendo perfiles propios, las tres 
corrientes que habrían de caracterizar las luchas políticas de toda esa 
centuria en Cuba: el reformismo, el anexionismo y el independentismo. Al
  analizar el panorama histórico se observa que desde esa 
época, nuestro ambicioso vecino del norte, convertido ya en la metrópoli
 económica de Cuba, en sus intentos de lograr sus propósitos de anexión 
buscó siempre el apoyo de elementos serviles y quintacolumnistas en el 
interior del  país. Si prestamos atención al accionar de los llamados “disidentes” cubanos en los actuales momentos  pareciera que el anexionismo, estaría reverdeciendo laureles.
El
 padre Félix Varela, catedrático de filosofía del Seminario San Carlos 
de La Habana, del que se dijo “que había revolucionado el pensamiento 
cubano”,  “que era nuestro verdadero civilizador y quien nos enseñó primero a pensar”; fue uno los pensadores que más sobresalió en la primera etapa de las luchas independentistas, desempeñando unpapel
 de primer orden en la gestación de la nacionalidad cubana, apuesto 
siempre a la corriente anexionista. Varela en uno de sus más 
contundentes documentos apostilló: “Desearía ver a Cuba tan isla en lo político como lo es en la naturaleza”. 
Por su parte José Antonio Saco, que
 fue la figura política de mayor alcance teórico y conceptual del 
movimiento liberal reformista de los años 30 del siglo XIX, combatió el 
anexionismo desde el exilio y escribió: “la anexión, en último resultado
 no sería anexión, sino absorción de Cuba por los Estados Unidos”. No es
 de extrañar que Saco, catalogado como el más brillante opositor al 
movimiento anexionista de ese entonces afirmara: “nunca inclinaré mi 
frente ante las rutilantes estrellas del pabellón americano” y pidiera 
que en su tumba se colocara este epitafio “Aquí yace José Antonio Saco, 
que no fue anexionista, porque fue más cubano que todos los 
anexionistas”.
El
 anexionismo da sus primeros pasos alentado por pronunciamientos y 
gestiones de varios presidentes norteamericanos. Los anexionistas 
cubanos pensaban que el poderío de Estados Unidos era suficiente para 
proteger al régimen esclavista contra las pretensiones de Inglaterra, 
cosa que no podían esperar de España. Esta era la base fundamental del 
Anexionismo en los años 40. Sin embargo, había anexionistas de otro 
tipo: los que veían al norte industrial de Estados Unidos en desarrollo,
 con un régimen de libertades democráticas, y pensaban que la anexión 
uniría la Isla al carro de la democracia política y el progreso 
económico-social. 
Desde
 1805, Jefferson expresó sus intenciones de adueñarse de Cuba por 
razones estratégicas. En 1823, el Secretario de Estado de EE.UU., John 
Quincy Adams, enuncia su teoría de «la fruta madura»: “(…) Cuba, 
separada de España, caerá necesariamente en el regazo de EE.UU…”. En 
diciembre del mismo año se enuncia la Doctrina Monroe, atribuida al 
Presidente James Monroe,  «América para los americanos»: 
EE.UU. prefiere que la Isla siga siendo colonia de España antes de que 
caiga en manos de los ingleses o conquiste su independencia. Pero las 
acciones más resonantes de signo anexionista fueron las que realizó el 
general del ejército español Narciso López —nativo de Caracas, donde 
había peleado contra los patriotas venezolanos—, quien conspiró en la 
isla a partir de 1847 y preparó en Estados Unidos cuatro expediciones 
hacia Cuba. Su anexionismo era de factura esclavista.
No
 es mi intención seguir haciendo un recuento de la historia. Hay mucha 
tela por donde cortar. A Ud., que se ha tomado el trabajo de leer hasta 
aquí estos comentarios, lo invito a que consulte por su cuenta la 
extensa y responsable literatura que existe sobre esos temas,  para
 que pueda comprender lo que quiero atestiguar. Los anexionistas del 
siglo XIX: ingenuos, equivocados o mal intencionados, formaron parte de 
una etapa histórica resultante de la formación de nuestra nacionalidad, 
cuando Cuba no era más que una colonia española. Los anexionistas de 
ahora, que se presentan como “opositores” o “disidentes”, “defensores de
 la democracia”,  no son más que marionetas creadas, 
financiadas y abastecidas por sus amos imperiales, a los que se les ha 
asignado el ignominioso papel de vulgares mercenarios y responden única y
 exclusivamente a la estrategia subversiva del gobierno de los EE.UU. y 
sus servicios especiales, en su afán de que Cuba “caiga en el regazo de 
los EE.UU” como proclamara John Quincy Adams.”
Cierro
 con algo que en mi modesta opinión es irrefutable: a los llamados 
“opositores”, “disidentes” y “defensores de la democracia” que repiten a
 tambor batiente lo que el amo les indica y aspiran a ser anexionados y a
 convertir a Cuba, abierta o veladamente,  en una estrella más de la bandera del vecino poderoso,  no
 me queda otra opción que considerarlos como la excreción viscosa, que 
más temprano que tarde formará parte de las aguas albañales, a ser 
evacuadas a través de la alcantarilla de la historia como una necesidad 
de saneamiento ambiental e histórico.
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