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| Alas para ti (Acrílico sobre lienzo). Foto: Alberto Sautúa | 
Tomado de Juventud Rebelde
Por Alina Perera, Osviel Castro Medel, Odalis Riquenes Cutiño, Sara Cotarelo, Glenda Boza Ibarra, Lisandra Gómez Guerra y Elayna Espin.
Junto con otras palabras, esperanza es un  término clave si se habla 
de la Revolución Cubana. Pueden arrostrarse múltiples problemas, 
librarse batallas ciclópeas, siempre y cuando se entienda el sentido de 
todo el esfuerzo y se aviste la luz en el camino.
Pero lo que convertiría cada empeño en imposible, cada paso en seguro
 desplome, sería la ausencia de la esperanza. Por eso brilló en todo su 
esplendor, durante las horas más oscuras de lo que hemos dado en llamar 
«período especial», la decisión de un cubano tan comprometido y sensible
 como el reverendo Raúl Suárez, quien cuando hablaba a pocos o a muchos 
coterráneos, decía negarse de cuajo a que le arrebataran la esperanza.
Era algo así como un «ahí sí que no…». Era un plantarse,  porque 
perder a la señora de las posibilidades, dejar de creer en ella —«si no 
creyera en la esperanza…», nos ha cantado el inmenso Silvio—, entrañaba y
 entraña la derrota, el vencimiento.
Durante la primera quincena de este diciembre, en las provincias de 
La Habana, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Granma y Santiago de Cuba, 
nuestro diario emprendió una expedición con tres preguntas, buscando 
justamente si la esperanza todavía habita allí en lo profundo y sólido 
de nuestra resistencia, allí donde otros términos salvadores como 
«inspiración», «ilusión» y «anhelo» obran prodigios.
La Revolución abrió una hermosa etapa de esperanza para los cubanos: 
¿Sigue despertando el mismo sentimiento? ¿De qué fuentes, hablando de 
país, se alimenta ese estado espiritual? ¿Cuáles amenazas podrían 
debilitar esa premisa imprescindible para seguir luchando y venciendo?
Cubanos menores de 35 años de edad compartieron sus puntos de vista a
 partir de tales preguntas. Desde las provincias mencionadas, confesaron
 su sentir estudiantes universitarios, de nivel medio o de 
especialidades técnicas, amas de casa, obreros, trabajadores por cuenta 
propia, maestros, jóvenes desvinculados, dirigentes de la Unión de 
Jóvenes Comunistas (UJC), de la Federación Estudiantil Universitaria 
(FEU) y de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM).
Incursionar indagatoriamente desató múltiples aristas del pensar. Y 
de todo ello, a pesar de la diversidad, algunas tendencias pudieron ser 
definidas: resulta recurrente el anhelo por que la economía de la Isla 
mejore, pues de esa suerte dependen los proyectos futuros de la agenda 
individual y colectiva.
Lo otro que afloró con fuerza es el agradecimiento por medidas 
recientes tomadas en el país, las cuales impactan en sectores de gran 
sensibilidad como el de la vivienda o el transporte, o han hecho posible
 la apertura del trabajo no estatal.
Aunque no son pocos quienes desean acogerse a las oportunidades que 
ofrecen las nuevas figuras del trabajo por cuenta propia, existe un 
grupo que desea mantenerse vinculado a sus profesiones en el sector 
estatal, pues a pesar de las actuales adversidades del bolsillo, sienten
 amor por lo que hacen y no renuncian a la aspiración de alcanzar un 
nivel de vida aceptable a través de su desempeño.
Otras tendencias
La Revolución, según develó el sondeo, sigue despertando esperanzas 
entre los jóvenes. Y eso desde lo cotidiano se traduce, al decir de 
muchos de ellos, en un batallar que busca mejores condiciones de vida.
Un grupo importante coincide en que la Revolución es un proyecto de 
futuro, lo cual no es excluyente con el enfoque de que los tiempos 
actuales traen impronta propia y ponen a prueba, sin negar los sueños 
colectivos, la capacidad individual de cada cubano.
Entre las opiniones que apuntan a eso que los especialistas 
denominarían «fortalezas», se incluye la certeza que acompaña a muchos 
sobre la coherencia del pensamiento de los líderes de la Revolución, lo 
cual implica seguridad y confianza si se trata de quienes guían los 
derroteros del país.
Los entrevistados aluden, entre otras realidades que abren paso a 
múltiples posibilidades, al respaldo del pueblo al proceso 
revolucionario, a conquistas como el derecho de todos al sistema 
educacional y al de salud gratuitos, a la garantía de un empleo para 
cada graduado, y a la preponderancia de los valores morales positivos en
 la sociedad, a pesar de que otros, negadores de la virtud, han ganado 
espacio en estos años de resistencia.
| El secreto del pez (Acrílico sobre lienzo). | 
 Por otra parte, algunas opiniones señalan eso que los estudiosos 
definirían como «amenazas», y que terminarían dejando poco espacio a la 
esperanza: la posibilidad de que la juventud, como motor impulsor de la 
Revolución, quedara a la vera del camino; la corrupción como mal que 
carcoma toda columna moral; no saber distinguir entre educación e 
instrucción; un desánimo que nazca de la imposibilidad de revertir esa 
situación torcida por cuenta de la cual el trabajo no es muchas veces el
 canal legítimo de acceso al bienestar y al «éxito».
Otras insatisfacciones y preocupaciones apuntan a un trabajo político
 ideológico no exento de formalismos; a vicios como la apatía, el 
desinterés y el no hacer el trabajo a conciencia; que no haya más 
personas vinculadas a la producción de bienes y servicios; y que el 
enemigo, que no descansa, aproveche cada brecha dejada por nuestras 
ineficiencias para urdir sus tramas en contra del mejoramiento de la 
sociedad cubana.
Ideas y emociones en La Habana
La Revolución dio esperanza a los pobres, nació para el beneficio del
 pueblo, y en tal sentido se convirtió en guía para el mundo, comenta 
Rebeca Mederos, informática de 29 años. Afirma que el regreso de los 
Cinco hace recordar alegrías inmensas como las vividas en enero de 1959,
 sin pasar por alto el acuerdo para el restablecimiento de las 
relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
Ella recuerda la lucha por el regreso de Elián y se alegra de que la 
juventud haya podido vivir momentos como los de este diciembre, cuando 
la Revolución ha dejado en claro, otra vez, su esencia de justicia, su 
defensa de la esperanza. «Si trabajamos duro, lograremos ser uno de los 
pueblos más admirados del mundo. Trabajar con eficiencia y garantizar 
bienestar a todos es de seguro lo más añorado».
En una parada de ómnibus, Frank Valdés Aguirre, de 31 años y también 
informático, expresa, a propósito de la esperanza, que este ha sido un 
fin de año inesperado, por las noticias: el regreso de nuestros tres 
hermanos y el anuncio del acuerdo de restablecimiento de relaciones con 
Estados Unidos. «Parece abrirse una época de esperanza para Cuba, 
siempre que ellos (los vecinos) se integren con la intención de que 
primen el respeto mutuo y el sentido de la solidaridad, como han hecho 
los pueblos de América Latina».
Aunque optimista y decidido a no dejar los caminos de la superación 
profesional, Antonio Castro Delgado, de 22 años, estudiante de cuarto 
año de Economía en la Universidad de La Habana y jefe de brigada de la 
FEU, confiesa preocupación por la complejidad que implican los cambios 
en la economía cubana. «Sé que habrá que librar batallas contra vicios 
como la corrupción. Quiero que mi futuro sea en Cuba y quiero progreso 
para ella. Si me preguntan qué características de la Revolución 
alimentan ese sentimiento llamado esperanza, diría que aquí siempre 
estaremos protegidos, que no habrá nadie desamparado».
Es indudable que la Revolución abrió una puerta amplia a todos los 
sectores sociales, especialmente a los jóvenes, argumenta Robersi 
Armenteros Pérez, estudiante de tercer año en la Facultad de Historia de
 la Colina.
Robersi alerta sobre cómo los jóvenes han sido foco de las acciones 
enemigas encaminadas a desvalorizar el proyecto social cubano. «Lo vemos
 en todas la denuncias que se han hecho, en los planes de la Usaid; no 
podemos estar ajenos, dar la espalda a esa información».
Gabriela Castillo Rodríguez, de 20 años y estudiante de tercer año de
 Historia en la Universidad de La Habana, entiende que Cuba necesita 
cambios desde lo económico. «Se están haciendo y todos deseamos que sean
 más rápidos, pero a veces cuesta trabajo entender que todo lleva su 
paso».
Desde lo social —añade Gabriela— se van notando marcadas diferencias 
en los niveles de vida de las personas, los cuales van resultando 
inevitables, pero la protección esencial a la vida, el derecho de 
aprender y de tener salud, son una conquista para todos.
Para Jairo Millo Gómez, estudiante de quinto año de Derecho de la 
Universidad de La Habana, la esperanza radica en que el país ha ido 
cambiando. «Tenemos un tesoro que no todos saben valorar: por nacer en 
Cuba ya está garantizado estudiar y graduarte en lo que desees, si te lo
 propones».
Jairo, como futuro abogado, sostiene que «la Revolución es igualdad, 
es pensar en la mayoría». Él está entre quienes creen que los jóvenes 
deben conocer cómo funciona la política del país, pues a veces en las 
reuniones, en los contactos con las nuevas generaciones, no se dan las 
respuestas adecuadas, convincentes, a las diversas inquietudes. Cuando 
los problemas no son afrontados con claridad y valor, se puede recalar 
en la apatía.
A sus 24 años, la ama de casa Mayla Estévez Miranda tiene la ilusión 
de que su país pueda salir adelante: «Lo veo en los cambios que se han 
decidido, en la apertura de muchas cosas que nos tenían “trabados”, pero
 todavía queda mucho por hacer. No soy de las que ahora aporta, soy 
madre con una bebita de tres meses de nacida. Veo, entre las amenazas 
para la esperanza, que alguien sienta que aquí no puede vivir. Y aquí 
uno puede vivir y ser feliz: mi salud y la de mi bebé estuvieron y están
 garantizadas. Que tenga más o menos ropita, más o menos linda, no es lo
 urgente. Duermo tranquila porque sé que si mi hija lo necesita, tendrá 
la mejor atención del mundo y sin costo alguno».
La revolución sigue siendo eso, revolución
A la psicóloga Annia Poblador Serguera, de 31 años, la Revolución 
continúa inspirándole el mismo sentimiento que pudo despertar en los 
cubanos en 1959.
Cree que pese a dificultades y errores cometidos, el proyecto cubano 
se encamina al perfeccionamiento en acciones y políticas que mantienen 
como principal objetivo el bienestar del ser humano. Considera que si en
 algún momento existieran actitudes y procederes inadecuados de quienes 
dirijan, prácticas demagógicas o un gobierno que no sea revolucionario, 
podría ponerse en peligro la esperanza.
En Santiago de Cuba, José Vladimir Sarmiento, de 22 años y estudiante
 de cuarto año de Derecho de la Universidad de Oriente, sostiene que «la
 Revolución sigue siendo eso, Revolución: cambio constante, 
experimentación». Cree que despierta buenos ánimos en torno a 
alternativas de mejoría, de búsqueda de mejores condiciones de vida a 
través de la preservación del hombre y los principios que defendemos.
Para él la esperanza podría verse amenazada por una sensación de 
estancamiento, de quedarnos con tan solo una idea, con un modo de pensar
 que no permita abrirnos a otras posibilidades de mayores resultados. 
Afirma que la falta de participación popular podría ser otra amenaza y 
que tiene sumo valor seguir discutiendo las políticas del país en las 
asambleas del Poder Popular.
Al santiaguero Ernesto Leliebre, ingeniero informático de 27 años de 
edad, la Revolución le ha aportado la posibilidad de superación tanto en
 la vida profesional como social. Es alentador para él haber sido electo
 como dirigente juvenil en una importante entidad de las ciencias como 
el Centro de Biofísica Médica y que sus puntos de vista sean escuchados.
Ernesto alerta sobre la actitud de quienes buscan obtener dinero 
fácil y son partícipes de la corrupción, mal en el cual la juventud se 
adentra a veces sin reparar en las consecuencias negativas que ello 
entraña para la sociedad.
Sin trabas para los sueños
Maxiller Martínez Tovar soñó siempre con tener su negocio. Graduado 
como técnico medio en Servicios Gastronómicos, trabajó en el sector 
estatal hasta que en 2011, con la apertura hacia nuevas formas de 
gestionar la propiedad, abrió un pequeño restaurante. Lo que comenzó 
siendo un local para unos pocos comensales es hoy una de las más 
prestigiosas paladares de Cienfuegos, sueño hecho realidad para quien 
todavía no ha cumplido los 30 años.
«A pesar de las dificultades en cuestiones burocráticas, ya sea por 
desconocimiento o por resistencia al cambio de algunos, es una intención
 del Gobierno apoyar a quienes comenzamos en esta nueva forma de gestión
 económica», dice Maxiller.
Y añade: «Me interesa la prosperidad del lugar donde trabajo, y el 
buen trato a quienes buscan pasar allí un rato agradable en familia o en
 pareja. La Revolución, por suerte, no pone trabas para cumplir mis 
sueños».
Hablando de sueños se suma la historia de Víctor Alfonso Cedeño, a 
quien le obsesiona la realización audiovisual y que el público disfrute 
con los personajes que crea. Graduado como arquitecto en la Universidad 
Central Marta Abreu de Las Villas, su mayor satisfacción la encuentra 
dibujando animados. Es el autor de la serie Danny y el club de los berracos, cuyos capítulos recorrieron la Isla a través de memorias flash.
«Añoro, comenta, descubrir en los productos audiovisuales el universo
 cubano, lleno de personajes pintorescos. Creo que las series, 
aventuras, animados e incluso novelas de años atrás eran más 
atractivos».
A Vito, como le llaman sus amigos, no le interesa irse de su país. 
«Cuba está muy rica para hacer cosas. A veces me preguntan: ¿Qué tú 
quieres cambiar? Y yo respondo que Cuba es un gran terreno para crear».
¿La esperanza?: inalterable en lo esencial
No todos piensan igual. Algunos dicen que durante años la Revolución 
abrió un camino de inmensas posibilidades y estiman que los tiempos 
nuevos ponen a prueba la capacidad individual para que cada quien se 
abra paso en la vida, de manera que los de mayores facultades y 
habilidades tienen la fortuna de prosperar. Otros creen que la esperanza
 es directamente proporcional a la suerte corrida hasta el momento. Unos
 terceros hablan de un estancamiento en las ilusiones, del que se saldrá
 en el futuro «con una mejor economía nacional».
El granmense Isdel Rodríguez es de los del primer grupo. 
Cuentapropista de 30 años, ha visto florecer sus finanzas «desde la 
honradez, sin hacerle daño a nadie». Para él, «la Revolución ha 
demostrado flexibilidad», y eso hizo posible que explorara fórmulas que 
antes parecían utópicas.
Elizandra Rodríguez, también de Granma, ama de casa de 24 años, 
expone con lenguaje sencillo que la Revolución continúa siendo un faro 
para los humildes, pero que tiene entre sus amenazas la mentalidad de 
algunos grupos que han hecho dinero mal habido y han cultivado cierto 
«complejo de superioridad».
Para la granmense Dayana Cedeño, de 26 años y dirigente de base de la
 UJC, la esperanza abierta por la Revolución se mantiene, aunque ha 
cambiado de matices por las realidades impuestas a partir del período 
especial. «Seguimos naciendo con el derecho a la salud, a la cultura, a 
la educación, pero las coyunturas no son las mismas de antes».
Ella asegura que otro sistema social no abriría las ilusiones como el
 nuestro, «imperfecto, con errores, pero enfocado en el ser humano». Y 
menciona entre las amenazas de cara al futuro la poca preparación 
cultural y político-ideológica de un segmento de la juventud.
Líber Fernández, maestro de 30 años en Granma, aborda la situación de
 las aulas cubanas antes de 1959: «Los salarios de los maestros eran 
míseros y muchos no tenían empleo. Hoy hay maestros que se mueven a 
otros sectores, pero la inmensa mayoría ama la profesión. No estamos 
desesperanzados».
Precisamente, entre los peligros para el presente y el futuro señala 
uno vinculado a las aulas. «Todavía muchos confunden instrucción con 
educación. Debemos mejorar en esta última, porque en muchos casos la 
escuela no ha logrado educar bien».
De la misma provincia, Alexeis Rodríguez, desvinculado y de 30 años, 
dice que «la esperanza es lo último que se pierde» y que la suya sigue 
inalterable. «Creo que seremos un gran país, pero no se puede pensar 
como hace 50 años».
Sobre las buenas noticias que han provocado emoción y alegría en la 
Isla, Lisandra Hechavarría Hidalgo, bayamesa de 28 años y graduada de 
Comunicación Social, expresa que lo sucedido en los últimos días 
demostró las inmensas razones que tuvo y tiene Cuba en la defensa de sus
 principios. «Sin ética es difícil cultivar una esperanza verdadera. 
Pienso que ahora podemos crecernos desde nuestra cultura e intercambiar 
sin miedos, con respeto».
Privilegio de pertenecer a esta nación
Alejandro Clemente Triana, de 23 años, no tiene mucho tiempo para sí.
 Siempre va de un lado al otro en la Universidad José Martí de Sancti 
Spíritus. Entre las responsabilidades como presidente de la FEU de su 
centro y las de alumno ayudante, las 24 horas del día se le vuelven 
breves y tensas.
Clemente, como todos lo nombran, ama su carrera: Biología Química. 
Por ello siempre prioriza en su agenda la impartición de clases 
prácticas a segundo año de la especialidad y la preparación de 
laboratorios.
«La oportunidad de obtener saberes y conocimientos, afirma, ha sido 
de las grandes posibilidades que me ha dado la Revolución. Por eso me 
mantendré vinculado a la profesión que elegí: el magisterio», dice.
Sobre los peligros que puede enfrentar la esperanza, opina que «en el
 camino hay obstáculos y amenazas; pero solo se truncarán nuestros 
proyectos si lo permitimos».
A la noticia expandida como pólvora por las redes sociales este 17 de
 diciembre, Rosana Zamora Hernández no daba crédito. «Creo que aunque 
esperé ese hecho, no estaba preparada. Sentí un apretón en el pecho y 
pensé que moriría de tanta alegría», expresa aún con los ojos 
humedecidos esta espirituana de 26 años.
El hecho significa, para ella, un antes y un después de la historia 
cubana. Sabe bien que desde su profesión, el periodismo, le toca ser 
consecuente con el futuro de la nación, que una vez más demostró la 
lealtad a los hombres que la enorgullecen.
El regreso de Tony, Gerardo y Ramón ha significado un aliento para 
los cubanos de dentro y fuera del país, porque ellos demuestran con su 
actitud que, pese a los años de encierro, no pierden esa necesidad de 
servir a la Patria.
«Hoy Cuba no es la simple Isla, aislada como se podía ver en otros 
tiempos», enfatiza Rosana, y afirma que todo lo que implica la palabra 
cubanía, allí donde contamos con la fuerza moral y la sensibilidad de 
hombres infinitos como Martí y Fidel, da motivos suficientes para querer
 ser siempre parte de esta nación.
Pero Rosana está despierta y alerta: «Jamás se podrá permitir la 
injerencia extranjera. Tenemos la responsabilidad de hacer un país 
mejor, de construir nuestros proyectos de vida en nuestros escenarios, 
hacerlos posibles para lograr disminuir los índices de emigración en 
busca de esa “vida perfecta” que nos venden otros. No podemos permitir 
que el aroma del capitalismo se cuele en las casas de la Cuba del 
presente y del mañana».

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